De un tiempo a esta parte, se ha convertido en algo habitual la proliferación de anuncios en los medios de comunicación sobre las consecuencias de la violencia de género, identificada sólo y exclusivamente en los actos de violencia machista sobre las mujeres y el drama del incremento del número de víctimas. Es evidente que hay que combatir esta lacra, aumentar las medidas de protección a las mujeres para repeler a sus agresores, una realidad que nos golpea día a día.
Pero también hay que denunciar otra realidad existente y que normalmente se silencia, como si la debilidad del sexo femenino fuera exclusiva e inherente a todos los seres humanos. Pues bien, este humilde servidor que les escribe, hace cuatro años sufrió acoso y violencia por parte de una mujer, sufrí en mis propias carnes la desconfianza, los celos, el acoso constante hacia todo lo que hacía y expresaba....porque todo le parecía una falta de respeto hacia ella como pareja mía, era constantemente reprendido por todo lo que publicaba libremente a través de mis redes sociales, no podía saludar a ninguna mujer, etiquetar en publicaciones si no era sospechosa de querer algo más conmigo que una simple amistad a través de estos medios. Tuve que soportar durante meses constantes broncas y tener que justificarme por casi todo lo que hacía o decía, bombardeo de mensajes a través de Whatsapp, llamadas hasta altas horas de la madrugada que me impedían conciliar el sueño, discusiones y llamadas en horas en las que tenía que trabajar sin que le importara lo más mínimo el perjuicio que podría causarme,y por supuesto, una operación de acoso y derribo cuando decidí poner el punto y final a la relación, desembocando ello en el robo de mi teléfono móvil. Son momentos en los que te sientes permanentemente acosado, en el que no te dejan vivir ni a sol ni a sombra, te falta la respiración, provocan un conflicto abierto con tu familia, no puedes conciliar el sueño y hasta caminas por la calle con miedo.
Pues si señores, los hombres también sufrimos acoso y violencia de género, pero somos hombres, y si osamos denunciarlo es posible que se burlen en nuestra propia cara. Los hombres no siempre somos fuertes, no todos insultamos, golpeamos y humillamos a nuestras parejas, también nosotros somos víctimas de mujeres que se creen dueñas de nuestras vidas, que no entienden que todos necesitamos nuestro espacio y somos capaces de conciliar nuestra relación de pareja con los amigos.
Yo también he sufrido la humillación de ver como personas que antes eran amigos, se apartaron de mí por creer a la persona que me hacía la vida imposible sin ni siquiera preocuparse por saber cual era mi versión. Es lo normal, suele ser lo habitual, cuando se produce un caso de violencia de género, el dedo acusador siempre señala al hombre, pero es necesario decir de una vez por todas ¡¡BASTA YA!!
Los hombres también somos víctimas, también debe haber una campaña para prevenir la violencia de la mujer sobre el hombre, también se debe advertir a una mujer que mirar el móvil de un hombre, pedirle sus contraseñas y hasta agredirle es un delito que deben pagar. Yo también sufrí en mis propias carnes como mi honorabilidad y la de mi familia se ponían en entredicho, eso también es un delito, y no sólo los hombres tenemos que pagar con ello. Si realmente en este país queremos igualdad, debemos luchar contra toda clase de violencia, tanto si viene del lado masculino como del femenino. Todos merecemos un respeto, tener nuestro propio espacio, no somos objetos, ni el hombre ni la mujer, para que manejen nuestras vidas a su antojo, el amor es un compromiso de fidelidad hacia tu pareja, no es un contrato por el cual adquieres una propiedad que jamás podrán arrebatarte. Por lo tanto,debemos desmitificar la violencia de género y eliminar ese maniqueismo preeminente en las campañas publicitarias. Los hombres también lloramos, que no se nos olvide.
Ángel Trianero