viernes, 20 de julio de 2018

RIACE, UN EJEMPLO DE INTEGRACIÓN...¿PORQUÉ NO EN ESPAÑA?





Día a día asistimos, en las costas mediterráneas,al horror de cientos de naufragios, miles de víctimas mortales, víctimas del odio, la guerra y la destrucción permanente de sus países de origen. A todo ello hay que sumarle el flagrante incumplimiento de la Unión Europea en materia de inmigración y al cierre sistemático de puertos en Italia bajo las órdenes del racista y xenófobo ministro del interior italiano, Matteo Salvini, al que no le ha temblado el pulso a la hora de recortar en 5000 millones de euros la ayuda a inmigrantes.

Sin embargo, Riace es el ejemplo de que otra sociedad, más humana, justa y solidaria es posible, en el siguiente artículo, publicado por Lucas de la Cal en el diario El Mundo, vemos la convivencia de 26 nacionalidades diferentes, la resurrección de un pueblo abandonado, el resurgimiento de su economía y una educación con clara vocación integradora. Y ante esto cabe preguntarse, ¿de verdad no es posible repoblar pueblos abandonados de España? ¿de verdad no es posible subsanar ese déficit de población e infraestructuras con la acogida de inmigrantes, para los cuales sería una oportunidad de oro de iniciar una nueva vida? Es posible, debe ser posible, he aquí el ejemplo:

El taxista, un chico senegalés con un coche del siglo pasado reconvertido en taxi pirata, conduce hasta un pequeño pueblo escondido entre las montañas de Calabria, casi pegando con la punta de la bota de Italia. En la entrada, después de pasar por una gran calle adoquinada, hay un letrero con los colores del arco iris que da la bienvenida en siete idiomas. Debajo, otro rótulo presenta al visitante 20 banderas dibujadas en dos filas con las distintas nacionalidades que conviven en el pueblo, empezando por Etiopía, pasando por Afganistán y acabando en Marruecos.
Riace tiene dos caras, como el país al que pertenece. Aunque estas conviven en perfecta armonía. La primera la domina la parsimonia de la vejez encabezada por los octogenarios oriundos. Después están los de fuera, los migrantes y refugiados que han servido de antídoto contra la despoblación, consiguiendo que el pueblo no desaparezca. Muchos hablan de un nuevo Renacimiento italiano. En el sur. Más humanitario que artístico. Y efectivo. De los 1.500 habitantes de Riace, uno de cada tres cruzó el gran cementerio del Mediterráneo Central en busca de esa efímera tierra prometida, huyendo del hambre y de la guerra. Y encontraron, en un pequeño paraje de olivos lleno de casas abandonadas, la calurosa acogida de aquellos que dan sin pedir nada a cambio. Al principio, hace 20 años, fue un azaroso experimento. Hoy nadie duda de que todos han salido ganando.
En esta historia, como en todas, hay un protagonista, un «héroe» para el gran público. Domenico Lucano, Mimmo para los amigos, alcalde de Riace. Es el responsable del renacer de su pueblo, de lo que él llama la «utopía de la normalidad». Había conseguido ese final feliz deseado en toda historia, reviviendo su tierra con dotes de multiculturalidad dando una lección a Occidente. Hasta que llegó la reciente tormenta política italiana. Y apareció un nuevo «villano», el antagonista, de nombre Matteo Salvini, que ha entrado en escena ocupando el trono del ministerio del Interior italiano de la mano de una serie de políticas antimigratorias.
«Como ciudadano italiano estoy preocupado de que mi país haya elegido a un gobierno que está haciendo una política racista contra la humanidad, alimentando el odio contra aquellos que se juegan la vida para llegar a Europa», comenta a Crónica el alcalde Lucano (60 años), poniendo como ejemplo lo ocurrido con el barco Aquarius y sus 629 migrantes abordo. Él fue uno de los primeros regidores italianos en responder al discurso racista de Salvini, ofreciendo Riace como refugio para las mujeres y niños del barco que arribó ayer a Valencia. «España no es un ejemplo de políticas de inmigración, pero esta vez ha dado una lección a Italia».
Días atrás, en la televisión italiana, el nuevo ministro del Interior mandó un mensaje a su enemigo Lucano. «Al alcalde de Riace no dedico ni medio pensamiento. Cero. Es el cero», insinuó el líder de La Liga Norte, reiterando su promesa de recortar 5.000 millones para la acogida de inmigrantes en Italia. «Con Salvini al mando, Italia se hace responsable de una nueva barbarie. El Gobierno carece de ética, de moral. Quieren hacer una limpieza étnica y tienen un programa con muchas dotes fascistas», sentencia el alcalde.
Su pueblo, Riace, es la antítesis a este nuevo fenómeno xenófobo, el ejemplo de la otra Italia, no la racista de Salvini ni la del primer ministro Conte. En 2010, el reputado cineasta alemán Wim Wenders, presentó un documental (Il Volo) contando la historia de cómo Lucano había logrado que Riace sobreviviera gracias al eficaz proyecto de acogida de refugiados, dándoles cobijo en las casas abandonadas del municipio. Todo comenzó en el verano de 1998, en una playa bañada por el mar Jónico a ocho kilómetros de Riace. Una barca con 250 refugiados kurdos llegó al mismo lugar donde en 1972 un buzo descubrió los llamados Bronces de Riace, dos esculturas de guerreros griegos del siglo V a.C. que hoy reposan en el museo de Reggio Calabria.
En esos años, a finales de la década de los 90, en Riace apenas quedaban 400 habitantes. El paro empujaba a los más jóvenes a buscarse un futuro en las grandes ciudades del norte del país. Cada vez había más casas consumidas por el abandono, no quedaban bares y el colegio estaba apunto de cerrar por falta de niños. Lucano, que entonces era profesor de química, sugirió una idea que cuajó entre sus vecinos: hospedar a los primeros kurdos que llegaron en las casas abandonadas del centro histórico del pueblo. Una iniciativa que fue creciendo a medida que arribaban a la costa italiana más embarcaciones.

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